sábado, 28 de mayo de 2016

El tanatopractor y la experiencia de la "vida"

Los avatares de la vida y de la crisis económica lo fueron llevando de un lugar a otro hasta que laboralmente acabó adecentando y maquillando a los muertos. Antes, toda suerte de trabajos, la mayoría de ellos relacionados con la construcción hasta que el ladrillo dijo basta. Dice estar muy contento, que su trabajo, a pesar de lo que piensa la mayoría de la gente, no le parece nada del otro mundo, que no le causa impresión, ni ve nada truculento en lo que hace. Que saber que tiene un trabajo estable que le permita llegar a casa todos los días y sentirse a gusto con su familia es lo máximo. A él no le causa ninguna impresión ver a un muerto, ni tampoco puede llegar a entender la vena morbosa de muchos que le preguntan por ciertas cuestiones que ni él mismo pensaba. Que ante la falta de experiencia la mente nos juega malas pasadas suponiendo e imaginando cosas que están muy alejadas de la sencilla y simple realidad. Pasa con este asunto y con todo en general. No se sabe muy bien si llevados por múltiples prejuicios, o por mentes ociosas machacadas a diario por las tonterías que nos rodean o por lo que vemos en televisión. Pero lo cierto es que para muchos es más fácil dejarse llevar y repetir la corriente general que vivir, contar sus propias experiencias y dejar en nada las pamplinas y los adornos de esos que nada han vivido. Personas, tendencias, corrientes, que te dicen cómo tienes que sentirte y cómo tienes que responder ante ciertos estímulos o circunstancias. Bocachanclas - como se les llama aquí en Sevilla - que de todo saben pero de nada entienden y que con ese deslenguado nerviosismo que nos rodea ponen todo patas arriba en menos de un segundo en cuanto la fachada altiva que los recubren se deshace en mil pedazos. No son capaces de dejar tranquila ni a la propia muerte en su sencillez y normalidad.

martes, 10 de mayo de 2016

El fango de la desidia

Hay cosas que deberían funcionar de otra manera, así de sencillo y de rotundo. No existe justificación ninguna para que niños, madres y familias enteras se tengan que acostar todas las noches sobre el fango, sobre la tierra encharcada, notando en sus mismos huesos el resultado de la negligente Europa que de momento ni hace ni soluciona. Atrás quedaron los referéndums sobre la constitución europea y el dineral que destinaron en marketing para meternos por las narices la obligación de sentir algo que a CASI todos de momento nos coge muy lejos. Siguen gastando recursos y marketing para hacernos creer algo que no es e intentando buscarle un cuerpo a algo que empezó como un enorme negocio. Bien es cierto que se gano muchísimo en todos los aspectos, a pesar de la visión cicatera y "progresista" de algunos que califican el proyecto europeo como desastroso apoyándose en la calamidad que vive esta pobre gente que viene huyendo de la guerra, pero no puede existir mejor cuerpo y mejor alma para el proyecto europeo que sustituir el fango de la miseria por una fina capa de asfalto, sustituir las cochambrosas tiendas de campaña y los plásticos por unas casetas prefabricadas o de uralita, sustituir la desidia ante la tos de un crío por un hospital de campaña, y devolver la dignidad de esa pobre gente a esos niveles minimos que nunca debieron perder. En la Europa de reuniones, de bancos, de inmensas fortunas es enormemente desolador, repugnante, que verdaderamente no tenga cabida, no tenga prioridad, el lado humano, que no se destine ni esfuerzo ni dinero para mejorar las condiciones de los más desfavorecidos, y que todo recaiga como siempre en la voluntad individual de personas y asociaciones abnegadas que buscan paliar de alguna manera tanto padecimiento. Tanto le supondría a la Union Europea destinar recursos para mejorar la vida de esta gente??!

viernes, 6 de mayo de 2016

Las aficiones, las entradas, la gente

Uno puede llegar a imaginarse - porque entre otras cosas lo ha vivido - a esos niños que visitan a sus abuelos o a sus tíos con la bufanda enroscada al cuello antes de ir al estadio; ese ambiente de ternura y cariño que aplaca cualquier tipo de zozobra, compartiendo la inquietud del partido que se jugará en pocas horas. Porque si hay algo en juego en cada partido son las emociones y las sensaciones de los aficionados: los que sufren, los que gritan, los que enarbolan banderas y bufandas y los que se abrazan con la espontaneidad de la verdad cuando su equipo marca un gol decisivo, sufrido, que cuesta una permanencia, un ascenso o un titulo. Todos los aficionados, los que acompañan a su club, a su equipo, desde siempre, poseen, poseemos, esa memoria fotográfica que nos permite identificar tanto los momentos más sublimes como los más desastrosos, con un momento personal: qué estudiabamos, donde trabajabamos, con quién íbamos, el comentario del fulano tal en el bar, antes de entrar al estadio.
Aficionados . Las personas que verdaderamente sustentan a los clubs en todos los aspectos. Los que hacen que todo esto sea posible. Los que con su acompañamiento y aliento hacen que un club sea verdaderamente grande, tenga identidad, tenga su propia idiosincrasia.
Llevado por la emoción y las sensaciones que me dejó el partido del At.Madrid, abro el periódico del día siguiente y me encuentro con que el organismo oficial de turno se queda nada menos que con la mitad del aforo de un estadio para ochenta mil personas. De repente, la perversa realidad, esa que siempre se encuentra agazapada esperando el momento preciso para saltar, me arreo en todos los morros. Me sacudió de golpe las nobles sensaciones que tiene cualquier afionado que se preste, y que se complace durante el año viendo a los chavales de cantera jugando al fútbol. Senti un asco terrible. Cada vez que intervienen los de arriba en algún asunto, siempre dejan las mismas sensaciones. Por un momento me llegué a imaginar a las dos directivas poniéndose de acuerdo, amenazando incluso con un plante si el organismo de turno no doblaba al menos la cantidad de entradas a sus aficionados. Qué maravilloso sería que sucediera algo así. O que las aficiones presionaran a sus propias directivas para que hicieran lo propia. Que pensaran en todas aquellas personas que con sus sentimientos se van a quedar sin entradas. Que el asiento lo ocupara - si se ocupa - otra persona que lo vivira con unos ojos y unas emociones totalmente diferentes. Qué genial sería que por alguna vez pasara algo de verdad, que naciera algo espontaneo y noble, exigiendo el lugar que verdaderamente se debería ocupar. Cerre el periódico con mi ingenuidad y mi sinsabor. Hasta la próxima.

Pedir disculpas por la falta de acentos en algunas palabras. Escribo desde el móvil y esto sencillamente va como va.