viernes, 12 de febrero de 2016

La flor de Pascua

Ahí estaba la maceta tras haber transcurrido un par de meses desde que se la regalaron, allá por la víspera de navidad. Durante todo este tiempo había permanecido en el balcón, con sus días y sus noches. Días y noches de invierno. Pero la planta parecía que ni se había enterado del asunto. Días de paraguas y bufandas, aunque ahora que lo pensaba, mientras observaba las hojas con satisfacción, la mayoría de los días había llevado la bufanda sin enroscar en el cuello al salir a hacer la compra, y por las noches se tapaba con lo justo. Tenía que hacer memoria para recordar el último invierno que puso dos mantas en la cama. Había amanecido un día de estos tontos en lo meteorológico, con ráfagas de viento, nublado y algo de llovizna, pero más viento y ruido de persianas en los balcones que otra cosa. Estábamos a mediados de febrero y todavía resaltaba el precioso color rojizo de sus hojas.
- Qué bonita está la maseta, niña!!. - Se encontró con su vecina y amiga de toda la vida en el salón.
-Has visto?!. Chiquilla, he bajao la persiana un poquito que fíjate que día se ha puesto....
Estando en el balcón había oído el timbre de la puerta y que su hija hablaba con alguien mientras le hacía pasar. Supuso que sería su amiga. En ocasiones, algunas tardes, solían hacerse visitas mutuas y se contaban sus cosas mientras tomaban a lo mejor un poquito de café. Se contaban sus preocupaciones, inquietudes, las cosas que le pasaban a sus hijos, comentaban a lo mejor cualquier programa de televisión, alguna novela que siguieran, en fin, que sencillamente pasaban el tiempo juntas. Las dos permanecieron de pie, inmóviles y mudas durante un ratito mientras observaban cómo el viento sacudía ligeramente las hojas rojizas. La flor de Pascua, la que no soportaba el frío, los vientos, la falta de luz o el exceso de agua estaba viendo pasar el invierno desde el balcón sin inmutarse. La vecina la miraba con cierta envidia y pensaba en lo bien que le vendría a su balcón. Y es que a la mujer le gustaban mucho las macetas. Siempre andaba trajinando con tiestos, colocándolas aquí y allí, regándolas, trasplantándolas. Tenía convertido el balcón en su particular laboratorio de plantas.
- Pero te está durando mucho, no?!.
- Sí, fíjate. Casi siempre las he tenío en el salón, aquí dentro, pero ésa la saqué y fíjate...nunca me habían durao tanto.
Que en estos años los inviernos ya no eran tan inviernos era tan llamativo como el aspecto que presentaba las hojas de la planta. Era como si  estuviera lanzando un mensaje de alerta preciosista que nos indicara claramente que era el clima y no otra cosa el que permitía que todavía luciera tan lozana en el balcón.
Las dos vecinas y amigas se sumergieron en otra tarde agradable de confidencias mientras los nubarrones se cernían sobre la ciudad.


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