martes, 10 de marzo de 2015

HACIA UN NUEVO PUERTO

La tarde estaba cayendo y algunas nubes anaranjadas destacaban sobre un horizonte azulado que iba perdiendo en intensidad. Hacía ya algunos minutos que la última porción de galleta soleada se había ocultado, pero la fuerza de sus rayos se negaban a seguir haciendo de las suyas. Una ligera brisa templada remontaba el río y peinaba el agua que siglos atrás era surcada por navíos que zarpaban hacia territorio inexplorado. No podía dejar de cerrar los ojos y aspirar profundamente el aire con reminiscencias marineras que me hicieron transportar durante algunos minutos a otros tiempos ya lejanos. La quietud del paisaje se vio alterada por el antiguo trajín del puerto imperial, con gente yendo hacia un lado y a otro. Entre los muchos navíos había uno que estaba reclutando tripulación para zarpar al nuevo mundo, en busca de una vida mejor aun a costa de la propia vida de los aventureros. El capitán se encontraba por los alrededores, tentando a unos y a otros, señalando el barco en que pretendía llevar a cabo su empresa. Me imaginaba por un momento una oportunidad semejante: ¿te gustaría zarpar hacia un lugar en busca de un futuro mejor, tener la oportunidad de encontrar un terreno y defenderlo libremente de cualquier ataque, tener la mínima oportunidad de construir un futuro honrado con tus propias manos, teniendo tu propia autonomía y alejado de injerencias y burocracias políticas que tanto lastran a la sociedad? Y me imaginaba a mí mismo con una sonrisa de oreja a oreja subiendo a bordo, sin pensármelo dos veces. Colaborando en lo que hiciera falta dentro del barco, oyendo a los mas expertos en el arte de la navegación. Imaginaba las sensaciones de aquellas gentes que partieron, hace ya siglos, hacia un nuevo horizonte. Hacia el mismo donde se había puesto el sol. Y de repente vi en un costado, saliendo del puerto hacia mi nuevo destino, a un grupo de gente con pancartas y expresiones de desaprobación por esas exploraciones colonialistas que ocupaban tierras que no eran nuestras. Nos tachaban desde la distancia de asesinos, ladrones y todo lo peor. En ciertos programas televisivos presentados por gente "enrollá" se hacían continuas referencias a la catadura moral de esas gentes que inexplicablemente iban a miles de kilómetros a ocupar unas tierras que no eran suyas. Y algunos políticos en sus mítines vociferaban alegremente que todo esto era por una tremenda falta de educación, que implantarían en la escuela una nueva asignatura: EDUCACIÓN Y TOLERANCIA HACIA TODO QUISQUI, porque todo este asunto era intolerable y se tenía que terminar de una forma u otra. 
Ya en la inmensidad y tranquilidad del mar todas esas voces, gruñidos, gañidos, ladridos y pitos quedaron finalmente atrás, y mientras trabajaba no podía evitar dejar de sonreír. De vez en cuando observaba el horizonte que habíamos dejado atrás y sacudía ligeramente la cabeza. 
- ¡Anda y que os den morcilla!. 

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