No existe en la vida mayor desgracia que la pérdida de una vida humana, y si encima es por una acción de este tipo el dolor es aún mayor. Lógicamente, todas las noticias se enfocan inmediatamente al acto terrorista en sí mismo: asaltantes, disparos, muertos, personas corriendo, etc...Pero se ignora el peligroso regusto que deja en las personas un hecho semejante. El mayor poder que posee el mal es el de intentar descentrar a las personas en su fuero mas interno con argumentaciones de lo mas peregrinas y perversas. Y esto se puede aplicar a un acto terrorista de esta gente o de otro grupo armado, así como a un acto violento en el ambiente familiar o en plena calle. El mayor brindis a la vida que se puede realizar es el de no enfangarse con la mentalidad intrincada de los violentos, sin más. Continuar centrados en vivir la vida plenamente y echar a un lado lo que no aporte absolutamente nada al desarrollo personal y vital, que es, en definitiva, lo que hace que seamos mas felices; apartarla a un lado de una patada como se haría con una mierda seca que uno se ha encontrado en el suelo mientras daba un paseo por la calle.
Es importante estar informado. Conocer los entresijos de esta gente, cómo y quién los financian, quién los apoya logísticamente desde que salen de sus viviendas - literalmente - hasta que llegan a las zonas de conflicto y quién se encarga de conseguirles el billetito de vuelta como si fuera un turista mas que viene de pasar unos días de vacaciones por el Mediterráneo. Estar atentos con el rabillo del ojo a todas estas cuestiones y exigirlas también, pero sin perder de vista en ningún momento el frente de nuestras propias vidas. Y, sobre todo, no ahondar en las pestilentes aguas de la ignorancia y la sinrazón que convierten a las personas en unas desgraciadas.
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