jueves, 5 de febrero de 2015

El trasfondo "enrollao" de algunos grupos empresariales.

Allí estaba la nueva hornada. Tanto chicas como chicos. Con esos cuerpos esculturales, perfectamente definidos, algún que otro tatuaje, deslenguados "sinceros" que se quieren comer la audiencia a "bocaos". Uno diciendo que no quiere gente fea a su alrededor, el otro más de lo mismo y la del medio también. Jóvenes muy dispuestos a hacer lo que sea con tal de llamar la atención de su futura pareja, que en este caso viene acompañada por su madre: la futura suegra. Todos utilizando sus armas para conquistar a su futura pareja ante unos dos millones de espectadores. Gente que al fin y al cabo se ganan la vida como pueden, en este caso entreteniendo a los espectadores. Yo mismo he visto este tipo de programas en alguna que otra ocasión. Al igual que también he visto esos programas de voces y encontronazos en directo. No es algo que busque en la programación, pero es algo que está ahí, a golpe de mando, y que lleva estando ahí desde hace muchos años.
Lo que me saca especialmente de mis casillas es que este tipo de programas nazcan de esos grupos empresariales que están contra todo lo "malo" de esta sociedad. A saber: contra la "intolerancia", contra el "machismo", contra el "racismo", "homofobia", "violencia doméstica", etc..Pero que amparan laboralmente y económicamente a personajes televisivos que están ahí sólo y exclusivamente por tener un comportamiento "machista", "violento", "despótico" y esos ingredientes tan imprescindibles para "dar juego" y tener a la gente enganchada. Generadores profesionales de polémica, como también se los ha llegado a llamar. Gente que en un brote de "sinceridad" le suelta a la que tiene en frente que es gorda y fea, y otra que se dice a sí misma que es un pibón y que puede "estar" con cualquier tío que le de la gana. Esos mismos grupos empresariales que también tienen un tufillo a cultura, modernismo y progresismo que tira de espalda, pero que fomentan programas basados en chismorreos, prejuicios, encasillamientos, etiquetas, escarnio público  y todos esos ingredientes que son opuestos precisamente ya no solo a la cultura o al progresismo, sino a ciertas dosis de vergüenza ajena.
Abortos televisivos, productos de estos grupos empresariales que pasean su arrogancia por aquí y por allí y que dan de sí todo lo que les ha permitido tener cientos de miles de seguidores en twitter, conducir coches de alta gama, que las marcas comerciales se los rifen, publicar hasta libros y, en definitva, ser unos privilegiados del mundo. Sencillamente han sido recompensados por tener un tipo de comportamiento "acorde" con la audiencia.
Grupos empresariales muy cultos y tolerantes pero que le cruzan la cara, le arrean una bofetada sin mano a todas aquellas personas - jóvenes y no jóvenes- que se proponen cambiar su futuro, ya sea trabajando, estudiando o haciendo las dos cosas a la vez. Y que se tienen que esforzar duramente para salir adelante dejando atrás cuchicheos, encasillamientos, difíciles, imposibles, y esos ingredientes de "suerte", "naturalidad" e "improvisación", que según parece son fundamentales para el "éxito" de esta gente.

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