martes, 22 de septiembre de 2015

LOS DESPLAZADOS FANTASMA

Existe un tipo de refugiado, desplazado, inmigrante o como se quiera llamar que no sale en los telediarios.  Personas que tal vez se los haya cruzado por la calle o en una estación de tren o en algún aeropuerto. Personas que no van desaseadas ni sienten los focos de una cámara de televisión ni el aliento de nadie cuando llegan al destino con la maleta en la mano. Tampoco salen en las estadísticas: en ocasiones con una simple reseña porcentual en algún periódico es más que suficiente. Quizás todo forme parte de un mismo juego perverso: verlo con normalidad y aferrarse a la temporalidad de la situación.  Nadie se imagina cuando va a partir hacia otro lugar para cuánto tiempo es, y más si se trata de asuntos de trabajo. Muchos tienen en mente regresar pronto, aunque esa perspectiva se vaya alargando en el tiempo hasta desembocar en la edad de jubilación.
Todo esto comienza como algo "normal": la situación de paro y precariedad que se va alargando y de pronto sale una buena oportunidad en el extranjero o dentro del propio país, en una zona donde siempre y desde siempre ha habido trabajo. La ilusión corre por el cuerpo y la mente. La noche antes se hace la maleta. Vas por la calle camino a la estación. O te lleva algún familiar en coche mientras nerviosamente y con algo de congoja se habla de cualquier cosa sin importancia. En cada semáforo en rojo otros automóviles se detienen al lado. No sabes muy bien por qué, pero en esos instantes te interesa la vida de aquellos desconocidos que con sus coches van a cualquier parte. Quizás porque sabes que cualquier sitio será mejor que esa estación donde te espera el tren que te mandará lejos de tu familia y amigos. Llegas a la estación con todo el ajetreo de personas yendo y viniendo y haces tiempo porque has llegado antes de lo previsto. Vas al anden y allí espera el mismo tren de siempre, el que te lleva al trabajo y a tu nueva vida porque en tu región, comunidad autónoma, pequeño país, reino, o como se quiera llamar y tras cuarenta años de democracia sigue estando a la cabeza de la UE en cuanto a paro y corrupción se refiere. Ha tenido en twitter muy buena acogida esa fotografía del tren en blanco y negro en la que se decía que "nosotros fuimos una vez refugiados" haciendo referencia a los refugiados sirios. Esos trenes, autobuses y aviones continúan saliendo de nuestro país, que no se os olvide. En el anden no había ningún grupo encadenado a las vías ni protestando por nada, "sólo"  tu padre y tu madre que te despedían entre sollozos, rodeados por personas anónimas que iban a un lado y a otro. Sientes una gran congoja. El tren parte y por los cristales de la ventanilla ves a tu madre llorar a moco tendido. Te despides con la mano, el tren acelera más y todo eso se queda definitivamente atrás. Más calmado haces un repaso a lo que ha sido tu vida, mientras ves el paisaje pasar a toda velocidad por la misma ventanilla en la que minutos antes estaban tus padres. Piensas en esa mirada furtiva que echaste a un lado antes de partir y viste que mas de uno estaba en tu misma situación. Un matrimonio de mediana edad con un chaval de unos quince años y una cría de diez se despedía de un grupo de personas. La mujer lloraba, pero tras el último arreón del tren que dejó a su familia definitivamente atrás, en el andén, la mujer, al igual que tú, se tranquilizó. Entre el pasaje también los había que viajaban solos, con maleta de mano. O personas jóvenes que escuchaban música despreocupadamente. En fin, que había de todo. Aquella familia se veía que había venido a pasar unos días de vacaciones y regresaban a sus vidas y a la que ahora era su casa.
Allí, en la estación, y como he dicho al principio, no había nadie protestando. Tampoco las habría frente al parlamento andaluz ni en el palacio de San Telmo, ni en los juzgados. Resulta curioso comprobar como ciertos periodistas y pensamientos "guais del paraguais" pretenden repartir culpas entre el personal y en ir "al origen del problema" y en "concienciar" y en "remover la vergüenza ajena" por las consecuencias que tienen las acciones de esos mismos tipos que sienten un odio visceral ya no sólo a nosotros, sino a cualquier otra cosa que no encaje en su percepción del mundo. Y resulta indignante como esos mismos grupos "guai del paraguai" y por extensión gran parte de la prensa omiten las razones de las tremendas desigualdades sociales existentes dentro de nuestro propio país tras cuarenta años de democracia, y las instituciones que hay que modernizar y los problemas que hay que resolver con carácter de urgencia antes de que el sistema se quede definitivamente obsoleto.  La información y el debate social en este país está copado casi en su totalidad por frivolidades que no conducen a nada y que están enfocadas sólo para hacer negocio de los mismos que las producen, y que de paso le hace el juego a los partidos políticos - tanto revolucionarios como no revolucionarios- Es mejor mantener al personal con los nervios y las sensaciones a flor de piel y zarandearlas continuamente apelando a las "vergüenzas ajenas" que mantenerlas verdaderamente informadas del verdadero "origen" de los problemas que nos rodean y cómo darles solución para mejorar nuestras vidas. Es mejor fomentar la "rentable" improvisación, despreocupación e impulsividad, que mantener a las personas en actitud reflexiva, constructiva y crítica y en afrontar con honradez y valentía los obstáculos que se puedan presentar en el camino.
El otro día tres emisoras nacionales retransmitieron en directo la muerte de un toro como si hubiese sido la de una persona en el corredor de la muerte. Se podía ver a manifestantes que lo intentaban impedir a toda costa. Algún que otro guardia civil también. Presentadoras que con voz apenada iban narrando todo lo que iba sucediendo. Y colaboradores que manifestaban su espanto por la condición humana. Una mujer que decía que ella era del siglo XXI, pero que los de Tordesillas no. Y viendo todo aquello y que cada año se monta una más gorda, pensé que sólo en un país como éste podía haber nacido Luis García Berlanga.

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